Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), perdemos más de 10 millones de hectáreas de bosques cada año. Eso es lo mismo que perder un área del tamaño del “Central Park” de Nueva York cada 18 minutos.
Los drásticos efectos colaterales de la deforestación tropical van desde importantes niveles de emisión de gases de efecto invernadero y pérdida irreversible de la biodiversidad hasta el impacto en la vida de los pueblos indígenas.
Los modelos globales estiman que las emisiones netas del uso de la tierra y el cambio de uso de la tierra se deben principalmente a la deforestación.
Entre 2002 y 2015, un puñado de productos básicos fue responsable del 55 % de toda la deforestación relacionada con la agricultura.
Y según algunos relevamientos, la mitad de la deforestación tropical mundial ocurre ilegalmente como resultado de esta demanda.
MISIONES TRABAJA POR LA CONSERVACIÓN
La otra cara de este panorama poco alentador a nivel mundial, revela que Misiones es dueña y custodia del 52% de la biodiversidad del país.
Nuestra tierra alberga el mayor bloque de selva continua que aún permanece en pie, y ocupa cerca del 50% de la superficie de la provincia, con 1.128.343 hectáreas de monte, que conforman lo que se conoce como el Corredor Verde.
Sólo en el Parque Nacional Iguazú, con 67.620 hectáreas, se registran aproximadamente 250 especies de árboles y 85 variedades de fascinantes orquídeas.
Es uno de los bosques más diversos del país, el de mayor biodiversidad del continente luego del Amazonas, siendo refugio natural de grandes animales como el yaguareté (Panthera onca), el águila harpía (Harpia harpyja), el zorro pitoco (Speothos venaticus) y la corzuela enana (mazama nana).
En esta ecorregión se trabaja intensamente para la preservación de las 1.500 especies de mamíferos, entre ellos el amenazado yaguareté; 300 variedades de peces y una compleja flora, la cual solo en el Parque Nacional Iguazú registra 250 tipos de árboles y 50 de orquídeas.
En sus orígenes, la selva cubría 100 millones de hectáreas al sur de Brasil, el oriente de Paraguay y el noroeste de Argentina. De ellas, hoy en día perduran tan sólo 5,8 millones de hectáreas, de las cuales Misiones alberga uno de los núcleos mejor conservados.
CAMBIO CLIMÁTICO AGUDIZA LOS PROBLEMAS
Los análisis que intentan anticipar modelos meteorológicos para los próximos meses, anticipan un periodo complicado.
El fenómeno conocido como “Corriente de La Niña” trae grandes consecuencias en el clima al pasar por el planeta, ya que sus variaciones son opuestas a lo que hace el Niño. Y en América del Sur, predominan condiciones más secas y más frescas que lo normal sobre Ecuador y Perú; así como condiciones más húmedas que lo normal en el Noreste de Brasil. Con proyecciones que indican que podría continuar hasta el final del verano, especialistas del Servicio Meteorológico Nacional (SMN) anuncia para los de noviembre y diciembre una probabilidad inferior a lo normal de precipitaciones en la región del Litoral, norte y este de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, este de San Luis y oeste de Patagonia.
Por otra parte, resultados de distintos modelos climáticos, producidos en otras organizaciones como el Instituto Internacional de Investigación para el Clima y la Sociedad (IRI, International Research Institute for Climate and Society) de la Universidad de Columbia coiciden en lo asarozo del futuro y estima que hay una probabilidad del 75% de que La Niña siga presente durante los meses de diciembre, enero y febrero. Lo que traerá consigo mermas en las lluvias, seguías y la probabilidad de incendios forestales.
PROYECCIONES QUE ASUSTAN
Transitamos el primer mes de la primavera y ya aprendimos en esta parte del mundo que el retorno anual de cuatro estaciones más o menos iguales, una fría, una cálida y dos intermedias, ha dado forma a nuestra historia y nuestros hábitos. Pero las estaciones están cada vez más desequilibradas, e incluso los intentos más ambiciosos de frenar la contaminación climática no las realinearán por completo.
Los científicos del clima informan que, en 1952, el calor del verano duró unos setenta y ocho días en las latitudes medias del hemisferio norte. En 2011, duró unos noventa y cinco días. Incluso si las emisiones de gases de efecto invernadero alcanzan su punto máximo a mediados de siglo y disminuyen rápidamente a partir de entonces, las temperaturas cálidas engullirán una mayor parte de cada año hasta al menos el final de los dos mil. Y, si el uso de combustibles fósiles continúa sin cesar, el verano de 2100 podría durar casi la mitad del año.
El daño de la deforestación tropical también se extiende a la pérdida de biodiversidad que tiene impactos significativos en los Pueblos Indígenas y la población animal.
La protección de los bosques tropicales es vital para mitigar estas pérdidas críticas. Y nuestra empresa también se compromete en la lucha contra el cambio climático…







