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                               Llega la noche en el arroyo playo Garupá, y entre
                               sueños… ella no está.


                               Toco el violín llamando a mi ángel de lobo, Timón,
                               quien me guiará como consejero, como luz en la
                               oscuridad. Él al cuidarme dice:

                               En el amor hay que soñar, pero también hay que
                               estar.

                               Desesperado, tiernamente enamorado en sueños la
                               busqué y furiosa la encontré, la abracé, la besé.

                                      Bellamente mía, pero después me alejé.





























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