Page 70 - libro-timon-de-julio-resek
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                           A la Centinela de mi corazón le dije:                                                                                        Ya no cuento los días
                           ¡Quiero entrenar!
                                                                                                                                          En el monte el cielo está cerrado y ya no cuento los
                           Ella, que, si bien tiene una dulce voz, en tono                                                                días, ya no cuento las horas tenebrosas ¡me
                           robusto y un tanto gracioso dijo:                                                                              enloquecen en el vacío!, ya no cuento los latidos ¡un
                           VAMOS, se viene la maratón.                                                                                    millón cuatrocientos cuarenta mil! que rugen
                                                                                                                                          acelerados desde que... tanto te extraño.
                                              ¡Me hace reír!
                                                                                                                                          El cielo está cerrado y cuento los días que restan
                           Corrimos hasta la desembocadura del arroyo Piray                                                               para que vuelva abrirse, cuento las horas radiantes
                           mini y al caer la noche, por fin junto a la Luna,                                                              ¡me enloquecen!, cuento los latidos como
                           fuimos a los altos cielos, al encuentro de mi                                                                  deshojando margaritas... ¡faltan un millón
                           Doncella.                                                                                                      quinientos ochenta y cuatro mil!


                           Mientras la Palometa se entretenía peleando con la                                                             Cuento los latidos de amor que quedan para
                           Ocelote, a la Doncella le entregue regalos para                                                                volverte a ver, y sé que son muchos, pero deseo
                           cuidar su cabellera, para cazar.                                                                               mirarte toda ya, pero:

                           Cenamos un banquete de algas y peces del río.                                                                          ¿Los deseos se los cumple uno mismo?




















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